domingo, 21 de abril de 2024
Domingo del Buen Pastor y de las Vocaciones
“El Buen Pastor, según las palabras de
Cristo, es precisamente el que "viendo venir al lobo", no huye, sino
que está dispuesto a exponer la propia vida, luchando con el ladrón, para que
ninguna de las ovejas se pierda. Si no estuviese dispuesto a esto, no sería
digno del nombre de Buen Pastor. Sería mercenario, pero no pastor”
domingo, 14 de abril de 2024
Año 1944: Karol Wojtyla Salvado de un accidente
Era el 29 de febrero de 1944. Karol Wojtyła,
estudiante de segundo año en un seminario secreto de la Facultad de Teología,
regresaba de la fábrica Solvay después de un doble turno, de día y de noche.
Caminaba por la acera, cerca de la terminal del
tranvía «3». Estaba cansado y no vio el camión alemán. Entonces se produjo un
accidente. El auto lo enganchó con el guardabarros, pero el conductor no se dio
cuenta de la situación y siguió adelante.
El hecho fue presenciado por una señora, Józefa
Florek, que en ese momento viajaba en un tranvía. Al principio, pensó que el golpe que estaba
escuchando lo provocó algo que había caído del camión en movimiento. Pero no
estaba segura.
Se bajó del tranvía y caminó hacia el lugar. Era
temprano en la tarde en Cracovia, alrededor de las 3:00 pm. En la calle entre Borek Fałęcki y Mateczny,
vio a un joven que yacía en el suelo, con ropa de trabajador y zuecos. No se
movía, no mostraba signos de vida.
Józefa se quedó sin saber qué hacer y lo único que
le vino a la mente fue pararse entre los autos tirados y los autos que iban a
toda velocidad por la carretera. Así que se colocó ahí de pie y lo protegió con
su propio cuerpo. No sabía quién era ni qué había pasado.
Al poco tiempo, otro automóvil alemán, esta vez un
automóvil de pasajeros, se detuvo en la calle. Ella se asustó porque de salió
de él un oficial uniformado. Le ordenó que trajera agua de deshielo de la
zanja. Ella trajo agua mezclada con lodo, y trataron de humedecer la boca del
hombre que yacía allí y refrescarle la cabeza.
Al cabo de un rato, el oficial comprobó que el joven
estaba vivo. Detuvo a un camión que transportaba madera y ordenó al conductor
que llevara a la víctima al hospital. En efecto, en el libro de admisiones de
la Clínica de Cirugía, con fecha 29 de febrero de 1944, se ingresa un paciente.
«Wojtyla Karol b. 1920 residente en Cracovia, ul. Tyniecka 40».
Y aunque hubo un error en la dirección de la nota,
el resto de los datos son ciertos. Józefa Florek y un oficial alemán
desconocido salvaron al futuro Papa. También consta que el paciente padecía
heridas en la cabeza y conmociones cerebrales.
El paciente pasó menos de dos semanas en el
hospital, se registró el alta el 12 de marzo de 1944. Tras el accidente, Karol
Wojtyła se recuperaba en casa de una familia escocesa de buenos amigos. Józefa
guardó unas cartas en las que Wojtyła le agradecía haberle salvado la vida .
Muchos años después, cuando Karol Wojtyła era
arzobispo en Cracovia, Franciszek Wójcik, un colega de trabajo en la fábrica de
productos químicos Solvay, agregó algunos detalles del momento del accidente.
Él escribió:
“Realicé las mismas funciones en Solvay que el
arzobispo, solo que en un turno diferente. A menudo nos sustituíamos unos a
otros, y el trabajo de algunos días lo hacía uno y luego el otro. Mientras
tanto, yo ayudaba trabajando en casa y él necesitaba ese tiempo para estudiar.
Estuve en el hospital, lo visité cuando estaba acostado en un accidente. Iba
caminando del trabajo y un automóvil lo atropelló cerca de Mateczny. Después
del hospital, volvió al trabajo. La comida era escasa, solo había rebanadas de
pan secas. Pero él no se avergonzó, trajo café de la cocina y tomaba eso. En
ese momento, la sala de calderas estaba bajo la supervisión del capataz Czaja.
Recuerdo hasta el día de hoy que le debo al arzobispo el salario de un día, que
él trabajó para mí…”
(Agmoesja Bugala en
Aleteia - Imagen SobreHistoria.com)
domingo, 7 de abril de 2024
San Juan Pablo II, apóstol de la Divina Misericordia
1. Misericordia de vida
Karol Wojtyła vivió en tiempos muy difíciles. Los
años de la Segunda Guerra Mundial y del comunismo de post-guerra en Polonia,
como así también todos los años en los que llevó a cabo el ministerio de San
Pedro, le permitieron observar los problemas, tan distintos entre sí y tan
difíciles, de todo el mundo. De ahí que sus palabras sobre la misericordia no
fueron meramente teóricas, sino que provinieron de una persona que sabe lo que
es el sufrimiento, que experimentó el drama del pecado humano y el sufrimiento
humano. Consciente de las amenazas existentes, escribió en 1980: “Una exigencia
de no menor importancia, en estos tiempos críticos y nada fáciles, me impulsa a
descubrir una vez más en el mismo Cristo el rostro del Padre, que es «
misericordioso y Dios de todo consuelo” Dives in Misericordia, 1).
Ser misericordioso es llevar a Dios dentro del drama
humano. Incluso, si nosotros mismos no experimentamos grandes dificultades, no
hay necesidad de viajar muy lejos para conocer personas para las que la
misericordia es la única salvación.
2. Misericordia de paciencia
Inclusive antes de que Karol Wojtyła se convirtiera
en Papa, vino a vivir a Cracovia. Pudo observar, y luego acompañar, la devoción
a la Divina Misericordia que iba creciendo en torno de la misión de Sor
Faustina. Digna de elogio fue su actitud única ante la prohibición de este
culto que estuvo en vigor desde 1959 hasta 1978, prácticamente, todo lo que
duró su ministerio como obispo de Cracovia. Como obispo, y luego cardenal,
nunca criticó la decisión de la Santa Sede pero, dentro de los límites permitidos
por la ley intentó, junto con otros obispos polacos, distender la prohibición.
Ser misericordioso significa también saber esperar.
Ser capaz de entender a aquellos que aún no han recibido el don del
entendimiento. Confiar en Dios que es Él quien, finalmente, determina los
tiempos y los lugares de su obra.
3. Misericordia de palabra
San Juan Pablo II no habló mucho sobre la
misericordia. Sin embargo, después de dos años de su elección en la Santa Sede
escribió la primera encíclica dedicada a este misterio. 'Dives in
misericordia' se refiere, ya desde el título, a la Divina Misericordia. Es
necesario que todo el mundo que quiera, por lo menos, entender qué es la
misericordia lo lea. Además, se necesita la lectura de esta encíclica para
entender la homilía de la misa de canonización de Santa Faustina (Roma, 2000) y
de la prédica durante la última peregrinación de San Juan Pablo II a su tierra
(Cracovia, 2002).
Al momento de la canonización de Santa Faustina,
Juan Pablo II dijo: “la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso
volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el
camino de los hombres del tercer milenio.”
Ser misericordioso es también saber cómo hablar de
la misericordia. San Juan Pablo II nos enseña cómo hablar ya que esto no es una
simple cuestión humana sobre el amor, lo cual no necesita de Dios, ni una
manera de hablar de Dios que no ayuda a nadie.
4. Misericordia del poder
Las decisiones de San Juan Pablo II, quien se
convirtió en un hito en el camino del crecimiento de la devoción a la Divina
Misericordia, son una bendición a la que podemos reconocer como una gracia. Ya
como obispo de Cracovia comenzó el proceso de beatificación de Santa Faustina
Kowalska (1968) encomendando el tratamiento de estas cuestiones teológicas a
uno de los mejores dogmáticos: P. Profesor Ignacy Różycki. En 1993 proclamó
beata a Sor Faustina Kowalska y, siete años más tarde, santa. En 1985 instituyó
el Domingo de la Divina Misericordia en la Arquidiócesis de Cracovia; en 1995,
en todas las diócesis de Polonia; y, en el 2000, durante la canonización de
Santa Faustina, instituyó esta fiesta para la Iglesia del mundo.
Ser misericordioso es también saber tomar buenas
decisiones. Tanto en lo personal, como en lo social, en la vida política o
religiosa. No todos tienen la misma autoridad pero sí todos, dependiendo de la
magnitud de la responsabilidad que le compete, pueden tomar determinadas
decisiones de manera tal que Dios misericordioso pueda estar más cerca de los
demás.
5. Misericordia de la armonía
En lo personal, me impresionó la armonía entre el
amor y la verdad de San Juan Pablo II. Probablemente, quien lo haya conocido
debe haber tenido la impresión de que estaba ante una persona que ama, ante una
persona ante la cual hasta el mayor pecador puede llegar y convertirse en una
mejor persona. No era posible encontrar en él ni un rastro de malicia, desdén o
indiferencia. Dios misericordioso estaba presente en el rostro y en el corazón
del Papa. Y, al mismo tiempo, nada en su actitud daba la sensación de intentar
evitar ninguna de las verdades difíciles de la fe. Era capaz de mantener una
especie de santa armonía entre la verdad y el amor, por eso todo el mundo sabía
que el Papa amaba, aun cuando no estuviera de acuerdo o, incluso, cuando
opinara de forma diametralmente opuesta de aquellos a quienes amaba.
Ser misericordioso es saber cómo mantener la armonía
entre el amor y la verdad, lo que a veces puede ser muy difícil para una
persona. Sin embargo, ni la misericordia sin la verdad, ni la verdad sin amor
por las personas pueden aliviar a nadie.
6. Misericordia de la confianza
El acto de confiarle al mundo a la Divina
Misericordia que llevó a cabo el Papa el 17 de agosto de 2002 en el Santuario
de la Divina Misericordia en el barrio de Łagiewniki, Cracovia, todavía no se
aprecia en toda su magnitud. Con estas palabras el Santo Padre encomendó a la
humanidad en las manos de la Divina Misericordia:
“Dios, Padre misericordioso, que has revelado
tu amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu
Santo, Consolador, te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana
nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra
experimenten tu misericordia, para que en ti, Dios uno y trino, encuentren
siempre la fuente de la esperanza.
Padre eterno, por la dolorosa pasión y
resurrección de tu Hijo, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén”
Confiar significa entregarse a Dios. Encomendar el
mundo y los hombres a la misericordia de Dios significa proclamar públicamente
la certeza de que únicamente Dios puede salvar al mundo, auxiliarlo, hacerlo un
lugar mejor. Ser misericordioso siempre comienza con la certeza de que sin
Dios, los hombres no pueden ser rescatados de la miseria, de la pobreza o del
pecado.
7. Misericordia de la muerte
Ya en 1981, cuando el Papa perdonó al hombre que quiso asesinarlo, Ali Agca, se
mostró como un ser humano que sabe que la misericordia, más allá del
sufrimiento personal, es la mejor respuesta a cualquier forma de miseria. Esta
bondad del corazón del Papa también reveló la cruz de su enfermedad y de su
muerte. A veces, es más fácil para nosotros ser misericordiosos con los demás
mientras que no sabemos cómo ser misericordiosos con nosotros mismos. San Juan
Pablo II se sumergió tanto en la Misericordia Divina durante sus últimos años y
sus últimos días que Dios lo llamó a Su casa en la Vigilia del Domingo de la
Divina Misericordia; el 2 de abril de 2005, a las 9:37 pm.
Ser voluntario de la Misericordia es también ser
voluntario de la misericordia hacia ti mismo, ser misericordioso hacia la
propia pobreza, hacia la miseria del propio pecado y hacia la propia cruz.
Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
domingo, 31 de marzo de 2024
La Virgen María en la Resurrección de Jesús
Es legítimo pensar que
verosímilmente Jesús Resucitado se apareció a su Madre en primer lugar. La
ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al
sepulcro (ver Mc 16,1; Mt 28,1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de
que Ella ya se había encontrado con Jesús? Esta deducción quedaría confirmada
también por el dato de que las primeras testigos de la Resurrección, por
Voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie
de la Cruz y, por tanto, más firmes en la fe.
La Virgen santísima,
presente en el Calvario durante el Viernes santo (cf. Jn 19, 25) y en el
cenáculo en Pentecostés (cf. Hch 1, 14), fue probablemente testigo privilegiada
también de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos
los momentos esenciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo
resucitado, es también signo y anticipación de la humanidad, que espera lograr
su plena realización mediante la resurrección de los muertos.
En el tiempo pascual la
comunidad cristiana, dirigiéndose a la Madre del Señor, la invita a alegrarse:
«Regina caeli, laetare. Alleluia».
«¡Reina del cielo, alégrate. Aleluya!». Así recuerda el gozo de María por la
resurrección de Jesús, prolongando en el tiempo el «¡Alégrate!» que le dirigió
el ángel en la Anunciación, para que se convirtiera en «causa de alegría» para
la humanidad entera.
San
Juan Pablo II
21 de mayo de 1997
domingo, 24 de marzo de 2024
Vía Crucis escrito por San Juan Pablo II
San
Juan Pablo II escribió de su puño y letra las meditaciones del Vía Crucis para
Semana Santa en ocasión del Jubileo del año 2000.
El
texto completo lo pueden leer y/o imprimir desde la siguiente dirección:
http://www.santorosario.info/Cuaresma/ViaCrucis-JuanPabloII.htm
Oración:
Señor
Jesucristo, Tú que en el momento de la agonía no has permanecido indiferente a
la suerte del hombre y con tu último respiro has confiado con Amor a la
Misericordia del Padre a los hombres y mujeres de todos los tiempos, con sus
debilidades y pecados, llénanos a nosotros y a las generaciones futuras de tu
Espíritu de Amor, para que nuestra indiferencia no haga vanos en nosotros los
frutos de tu Muerte.
A
Ti, Jesús Crucificado, Sabiduría y Poder de Dios, Honor y Gloria por los siglos
de los siglos. Amén.
San
Juan Pablo II
sábado, 16 de marzo de 2024
Oración a San Juan Pablo II
¡Oh San Juan Pablo, desde la
ventana del Cielo dónanos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado,
servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo
para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han
sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto
para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.
Bendice las familias,
¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de satanás contra esta preciosa
e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la tierra. San Juan
Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia.
Ruega por el mundo entero,
todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la
guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que
seamos incansables sembradores de paz.
Oh San Juan Pablo, desde la
ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos
nosotros la bendición de Dios. Amén.
Cardenal
Ángelo Comastri
viernes, 8 de marzo de 2024
Carta de San Juan Pablo II a las mujeres
Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en
seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia
única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te
hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia
en el posterior camino de la vida.
Te doy gracias, mujer-esposa, que unes
irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca
entrega, al servicio de la comunión y de la vida.
Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que
aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas
de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.
Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en
todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política,
mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura
capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre
abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas
y políticas más ricas de humanidad.
Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de
la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con
docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la
humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa
maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura.
Te doy gracias, mujer… ¡Por el hecho mismo de ser
mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del
mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.
San Juan Pablo II - 1995
domingo, 3 de marzo de 2024
San Juan Pablo II, un enamorado del Santo Rosario
San
Juan Pablo II fue un gran enamorado del Rosario. Toda la vida lo promocionó de
la mejor manera: “rezándolo” en público, en privado, en los grandes
acontecimientos, sobre todos aquellos en los que se debía, por las malas
circunstancias, invocar la paz.
Gracias
a él, hoy miles de personas rezan el Rosario con frecuencia, quizás porque ha
demostrado y enseñado cuánto hace bien tener esta buena práctica.
Lo
podemos ver en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, enteramente
dedicada a esta oración, y en donde agregó los “Misterios de la luz”.
“Tenemos
que redescubrir la profundidad mística encerrada en la sencillez de esta
oración, tan querida por la tradición popular”, anunció el 16 de octubre del
2002 al presentar la carta.
De esta
carta y de otras intervenciones del santo padre a los fieles, hemos extraídos
algunas de las frases más significativas sobre esta estimada oración del santo
Rosario:
“El
Rosario es la oración más sencilla a la Virgen, pero la más llena de contenidos
bíblicos”.
“Recorrer
con María las decenas del Rosario, es como ir a la escuela de María para leer a
Cristo, para penetrar sus secretos, para entender sus mensajes”.
“En el
Rosario hacemos lo que hace María, meditamos en nuestro corazón los misterios
de Cristo”.
“El Rosario
es la oración en la que, con la repetición del saludo del Ángel a María,
tratamos de sacar nuestras consideraciones sobre el misterio de la
redención partiendo de la meditación de
la Virgen”.
“En la
oración del Rosario nos unimos a la Virgen como los Apóstoles congregados en el
cenáculo después de la ascensión de Cristo”.
“La
plegaria del Rosario es oración del hombre en favor del hombre: es la oración
de la solidaridad humana, oración colegial de los redimidos, que refleja el
espíritu y las intenciones de la primera redimida: María”.
“El
Rosario es la oración que indica la perspectiva del reino de Dios y orienta a
los hombres para recibir los frutos de la redención”.
“En los
misterios del santo Rosario contemplamos y revivimos los gozos, dolores y
gloria de Cristo y su Madre Santa, que pasan a ser gozos, dolores y esperanzas
del hombre”.
“El
Rosario forma parte de la mejor y más reconocida tradición de la contemplación
cristiana”.
“El
Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A
él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo”
domingo, 25 de febrero de 2024
San Juan Pablo II explica la Transfiguración del Señor
Los Evangelios -y todo el Nuevo Testamento- dan
testimonio de Jesucristo como Hijo de Dios. Es ésta una verdad central de la fe
cristiana. Al confesar a Cristo como Hijo “de la misma naturaleza” que el
Padre, la Iglesia continúa fielmente este testimonio evangélico. Jesucristo es
el Hijo de Dios en el sentido estricto y preciso de esta palabra. Ha sido, por
consiguiente, “engendrado” en Dios, y no “creado” por Dios y “aceptado” luego
como Hijo, es decir, “adoptado”. Este testimonio del Evangelio (y de todo el
Nuevo Testamento), en el que se funda la fe de todos los cristianos, tiene su
fuente definitiva en Dios-Padre, que da testimonio de Cristo como Hijo suyo.
Este testimonio único y fundamental, que surge del
misterio eterno de la vida trinitaria, encuentra expresión particular en los
Evangelios sinópticos, primero en la narración del Bautismo de Jesús en el
Jordán y luego en el relato de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor.
Estos dos acontecimientos merecen una atenta consideración.
La teofanía de la Transfiguración se refiere sólo a
algunas personas escogidas: ni siquiera se introduce a todos los Apóstoles en
cuanto grupo, sino sólo a tres de ellos: Pedro, Santiago y Juan. “Pasados seis
días Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, y los condujo solos a un monte
alto y apartado y se transfiguró ante ellos...”. Esta transfiguración va acompañada de la
“aparición de Elías con Moisés hablando con Jesús”. Y cuando, superado el
“susto” ante tal acontecimiento, los tres Apóstoles expresan el deseo de
prolongarlo y fijarlo (“bueno es estarnos aquí”), “se formó una nube... y se
dejó oír desde la nube una voz: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia;
escuchadle” (Mt 17, 5).
La voz que escuchan los tres Apóstoles durante la
Transfiguración en el monte Tabor, confirma la convicción expresada por Simón
Pedro en las cercanías de Cesarea (según Mt 16, 16). Confirma en cierto modo
“desde el exterior” lo que el Padre había ya “revelado desde el interior”. Y el
Padre, al confirmar ahora la revelación interior sobre la filiación divina de
Cristo -“Este es mi Hijo amado: escuchadle”-, parece como si quisiera preparar
a quienes ya han creído en Él para los acontecimientos de la Pascua que se
acerca: para su muerte humillante en la cruz. Es significativo que “mientras
bajaban del monte” Jesús les ordenará: “No deis a conocer a nadie esta visión
hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos” (Mt 17, 9). La
teofanía en el monte de la Transfiguración del Señor se halla así relacionada
con el conjunto del misterio pascual de Cristo.
El Hijo del Hombre que se acerca a su “hora”
pascual, es Aquel de quien la voz de lo alto proclamaba en el bautismo y en la
transfiguración: “Mi Hijo... amado... en quien tengo mis complacencias... el
elegido”. En esta voz se contenía el testimonio del Padre sobre el Hijo. El
autor de la segunda Carta de Pedro, recogiendo el testimonio ocular del Jefe de
los Apóstoles, escribe pasa consolar a los cristianos en un momento de dura
persecución: “(Jesucristo)... al recibir de Dios Padre honor y gloria, de la
majestuosa gloria le sobrevino una voz (que hablaba) en estos términos: 'Este
es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias'. Y esta voz bajada del
Cielo la oímos los que con Él estábamos en el monte santo” (2 Pe 1, 16-18).
San Juan Pablo II
Audiencia
General. 27 de mayo de 1987
domingo, 11 de febrero de 2024
Oración de San Juan pablo II ante la Virgen de Lourdes
¡Ave
María, Mujer humilde, bendecida por el Altísimo!
Virgen
de la esperanza, profecía de tiempos nuevos,
nosotros
nos unimos a tu cántico de alabanza
para
celebrar las misericordias del Señor,
para
anunciar la venida del Reino
y
la plena liberación del hombre.
¡Ave
María, humilde Sierva del Señor, Gloriosa Madre de Cristo!
Virgen
fiel, Morada Santa del Verbo,
enséñanos
a perseverar en la escucha de la Palabra,
a
ser dóciles a la Voz del Espíritu Santo,
atentos
a sus llamados en la intimidad de la conciencia
y
a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia.
¡Ave
María, Mujer del dolor, Madre de los vivientes!
Virgen
Esposa ante la Cruz, Eva nueva,
Sed
nuestra guía por los caminos del mundo,
enséñanos
a vivir y a difundir el Amor de Cristo,
a
detenernos contigo ante las innumerables cruces
en
las que tu Hijo aún está crucificado.
¡Ave
María, Mujer de la fe, primera entre los discípulos!
Virgen
Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre
razón
de la esperanza que habita en nosotros,
confiando
en la bondad del hombre y en el Amor del Padre.
Enséñanos
a construir el mundo desde adentro:
en
la profundidad del silencio y de la oración,
en
la alegría del amor fraterno,
en
la fecundidad insustituible de la Cruz.
Santa
María, Madre de los creyentes,
Nuestra
Señora de Lourdes,
ruega
por nosotros.
(Oración pronunciada por San Juan Pablo II en el Santuario de Lourdes)
domingo, 28 de enero de 2024
San Juan Pablo II nos explica su vocación
A lo
largo de su pontificado, Juan Pablo II se ha referido en diversas ocasiones a
su vocación como sacerdote, a su designación como obispo y a su elección como
Papa, a lo que sintió y pensó en esos momentos. Ofrecemos una selección de
textos.
Sacerdote
"Después
de la muerte de mi padre, ocurrida en febrero de 1941, poco a poco fui tomando
conciencia de mi verdadero camino. Yo trabajaba en la fábrica y, en la medida
en que lo permitía el terror de la ocupación, cultivaba mi afición a las letras
y al arte dramático. Mi vocación sacerdotal tomó cuerpo en medio de todo esto,
como un hecho interior de una transparencia indiscutible y absoluta. Al año
siguiente, en otoño, sabía que había sido llamado. Veía claramente lo que debía
abandonar y el objetivo que debía alcanzar sin volver la vista atrás. Sería
sacerdote". ("Del temor a la esperanza", Solviga, 1993, p. 34).
"¿Cuál
es la historia de mi vocación sacerdotal? La conoce, sobre todo, Dios. En su
dimensión más profunda, toda vocación sacerdotal es ‘un gran misterio’, es un
don que supera infinitamente al hombre. Cada uno de nosotros sacerdotes lo
experimenta claramente durante toda la vida. Ante la grandeza de este don
sentimos cuán indignos somos de ello". ("Don y misterio", BAC,
1996, p. 17).
"La
vocación sacerdotal es un misterio. Es el misterio de un ‘maravilloso
intercambio’ –‘admirabile commercium’– entre Dios y el hombre. Este ofrece a
Cristo su humanidad para que Él pueda servirse de ella como instrumento de
salvación, casi haciendo de este hombre otro sí mismo. Si no se percibe el
misterio de este ‘intercambio’, no se logra entender cómo puede suceder que un
joven, escuchando la palabra ‘sígueme’, llegue a renunciar a todo por Cristo,
en la certeza de que por este camino su personalidad humana se realizará
plenamente". ("Don y misterio", p. 90).
"En
el intervalo de casi cincuenta años de sacerdocio lo que para mí continúa
siendo lo más importante y más sagrado es la celebración de la Eucaristía.
Domina en mí la conciencia de celebrar en el altar ‘in persona Christi’. Jamás
a lo largo de estos años he dejado la celebración del Santísimo Sacrificio. La
Santa Misa es, de forma absoluta, el centro de mi vida y de toda mi
jornada". (Discurso, 27-10-1995).
Obispo
"Al
oír las palabras del primado anunciándome la decisión de la Sede Apostólica,
dije: ‘Eminencia, soy demasiado joven, acabo de cumplir los treinta y ocho
años...’ Pero el primado replicó: ‘Esta es una imperfección de la que pronto se
librará. Le ruego que no se oponga a la voluntad del Santo Padre’. Entonces
añadí solo una palabra: ‘Acepto’. ‘Pues vamos a comer’, concluyó el Primado
(...)
"Sucesor
de los Apóstoles. (...) Yo –un ‘sucesor’– pensaba con gran humildad en los
Apóstoles de Cristo y en aquella larga e ininterrumpida cadena de obispos que,
mediante la imposición de las manos, habían transmitido a sus sucesores la
participación en la misión apostólica". ("¡Levantaos! ¡Vamos!",
Plaza y Janés, 2004, pp. 22 y 26).
Papa
"Creo
que no fui yo el único sorprendido aquel día por la votación del Cónclave. Pero
Dios nos concede los medios para realizar aquello que nos manda y que parece
humanamente imposible. Es el secreto de la vocación. Toda vocación cambia
nuestros proyectos, al proponernos otro distinto, y asombra ver hasta qué
extremo Dios nos ayuda interiormente, cómo nos conecta a una nueva ‘longitud de
onda’, cómo nos prepara para entrar en este nuevo proyecto y hacerlo nuestro,
viendo en él, simplemente, la voluntad del Padre y acatándola. A pesar de
nuestra debilidad y de nuestras opiniones personales.
"Al
hablarle así, pienso en otras situaciones que he afrontado en mi experiencia
pastoral, en esos enfermos incurables condenados a la silla de ruedas o
clavados en la cama; personas jóvenes muchas de ellas, conscientes del proceso
implacable de su enfermedad, prisioneras de su agonía durante semanas, meses,
años. Lo que ellas aceptan, ¿no podría aceptarlo yo también?
"Tal
vez esta comparación le sorprenda; pero se me ocurrió el día de mi elección y,
puesto que quiere usted saber cuáles fueron mis primeros pensamientos, se los
digo tal y como me vinieron a la mente". ("¡No tengáis miedo! André
Frossard dialoga con Juan Pablo II", Plaza y Janés, 1982, pp. 24-25).
© ACIPRENSA
domingo, 21 de enero de 2024
El santo favorito de San Juan Pablo II
Fueron
muchos los santos que tuvieron influencia en la vida de san Juan Pablo II, pero
uno de ellos tenía un lugar especial en su corazón...
San
Juan Pablo II es un santo actual y muy querido en todo el mundo. Durante su
vida, si bien fue influenciado por muchos santos, hubo uno que tenía un lugar
especial en su corazón. Seguramente no adivinarás de quién se trata.
El
joven Karol Wojtyla
Durante
su juventud, cuando aún no era sacerdote, conoció las obras de san Juan de la
Cruz. Un hombre muy piadoso, llamado Jan Tyranowski, fue el responsable de
mostrar al joven Karol las numerosas obras del santo.
Después,
ya ordenado sacerdote, fue enviado a Roma para seguir estudiando. Su tesis
doctoral fue, precisamente, sobre las obras del reformador del Carmelo
Más
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Fuente: Aleteia
domingo, 7 de enero de 2024
El Bautismo de Jesús
Hoy se celebra la fiesta del
Bautismo del Señor. Los Evangelios narran que Jesús fue a ver a Juan Bautista,
en el río Jordán, y quiso recibir de él el bautismo de penitencia.
Inmediatamente después, mientras estaba en oración, «bajó sobre él el Espíritu Santo
en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: “Tú eres mi hijo;
yo hoy te he engendrado”» (Lucas 3,21-22).
Es la primera manifestación
pública de la identidad mesiánica de Jesús, después de la adoración de los
magos. Por este motivo, la liturgia pone en relación el Bautismo y la Epifanía,
con un salto cronológico de unos treinta años: el Niño, al que adoraron los
magos como rey mesiánico, es consagrado hoy por el Padre en el Espíritu Santo.
En el bautismo del Jordán ya
se perfila claramente el «estilo» mesiánico de Jesús: él viene como «Cordero de
Dios» para cargar sobre él y quitar el pecado del mundo (Cfr. Juan 1, 29. 36).
Así lo presenta el Bautista a los discípulos (Cfr. Juan 1, 36). Del mismo modo,
nosotros, que en Navidad hemos celebrado el gran acontecimiento de la
Encarnación, estamos invitados a mantener fija la mirada en Jesús, rostro
humano de Dios y rostro divino del hombre.
María Santísima es maestra
insuperable de contemplación. Si tuvo que sufrir humanamente al ver cómo Jesús
dejaba Nazaret, de su manifestación recibió nueva luz y fuerza para la
peregrinación de la fe. El Bautismo de Cristo constituye el primer misterio de
la luz para María y para toda la Iglesia. ¡Que ilumine el camino de todo
cristiano!
San Juan Pablo II
11 de enero 2004
sábado, 6 de enero de 2024
Fiesta de la Epifanía del Señor
«La luz brilla en las tinieblas,
pero las tinieblas no
la acogieron»
(Jn 1, 5).
Toda la liturgia habla hoy de la luz de Cristo, de la
luz que se encendió en la noche santa. La misma luz que guió a los pastores
hasta el portal de Belén indicó el camino, el día de la Epifanía, a los Magos
que fueron desde Oriente para adorar al Rey de los judíos, y resplandece para
todos los hombres y todos los pueblos que anhelan encontrar a Dios.
En su búsqueda espiritual, el ser humano ya dispone
naturalmente de una luz que lo guía: es la razón, gracias a la cual puede
orientarse, aunque a tientas (cf. Hch 17, 27), hacia su Creador. Pero, dado que
es fácil perder el camino, Dios mismo vino en su ayuda con la luz de la
revelación, que alcanzó su plenitud en la encarnación del Verbo, Palabra eterna
de verdad.
La Epifanía celebra la aparición en el mundo de esta
luz divina, con la que Dios salió al encuentro de la débil luz de la razón
humana. Así, en la solemnidad de hoy, se propone la íntima relación que existe
entre la razón y la fe, las dos alas de que dispone el espíritu humano para
elevarse hacia la contemplación de la verdad, como recordé en la reciente
encíclica Fides et ratio.
Cristo no es sólo luz que ilumina el camino del
hombre. También se ha hecho camino para sus pasos inciertos hacia Dios, fuente
de vida. Un día dijo a los Apóstoles: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi
Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto» (Jn 14, 6-7). Y ante la
objeción de Felipe añadió: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre. (...) Yo
estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14, 9.1 1). La epifanía del Hijo
es la epifanía del Padre.
¿No es éste, en definitiva, el objetivo de la venida
de Cristo al mundo? El mismo afirmó que había venido para «dar a conocer al
Padre», para «explicar» a los hombres quién es Dios y para revelar su rostro,
su «nombre» (cf. Jn 17, 6). La vida eterna consiste en el encuentro con el
Padre (cf. Jn 17, 3). Por eso ¡cuán oportuna es esta reflexión, especialmente
durante el año dedicado al Padre!
La Iglesia prolonga en los siglos la misión de su
Señor: su compromiso principal consiste en dar a conocer a todos los hombres el
rostro del Padre, reflejando la luz de Cristo, Lumen gentium, luz de amor, de
verdad y de paz. Para esto el divino Maestro envió al mundo a los Apóstoles, y
envía continuamente, con el mismo Espíritu, a los obispos, sus sucesores.
Conscientes de esta tarea apostólica y misionera, que
compete a todo el pueblo cristiano, pero especialmente a cuantos el Espíritu
Santo ha puesto como obispos para pastorear la Iglesia de Dios (cf. Hch 20,
28), vamos como peregrinos a Belén, a fin de unirnos a los Magos de Oriente,
mientras ofrecen dones al Rey recién nacido.
Pero el verdadero don es él: Jesús, el don de Dios al
mundo. Debemos acogerlo a él, para llevarlo a cuantos encontremos en nuestro
camino. Él es para todos la epifanía, la manifestación de Dios, esperanza del
hombre, de Dios, liberación del hombre, de Dios, salvación del hombre.
Cristo nació en Belén por nosotros. Venid, adorémoslo.
Amén.
Homilía de S.S. Juan Pablo II en la Solemnidad de la
Epifanía del Señor
6 de enero de
1999
domingo, 31 de diciembre de 2023
Oración de San Juan Pablo II a la familia
“Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.
Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.
Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo. Amén”
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